Derrame de petróleo del Deepwater Horizon: 5 años de secuelas
Hay una imagen que me persigue.
Hace cinco años, el 20 de abril de 2010, la plataforma petrolera Deepwater Horizon, a 70 kilómetros al sureste del delta del río Mississippi, en el corazón del Golfo de México, de repente hizo explosión.
La plataforma ardió durante dos días seguidos, la bola de fuego se podía ver desde la orilla, antes de que la enorme estructura de seis pisos de altura se hundiera en las profundidades del océano. Once trabajadores perdieron sus vidas, sus familias los lloraron, y cerca de 900 millones de litros de petróleo llegaron hasta el fondo del mar, extendiendo una mancha de petróleo del tamaño del estado de Connecticut a través de la superficie del Golfo. Además de eso, se añadieron otros 7 millones de litros de dispersante tóxico para ocultar la mancha de petróleo en la superficie, causando la formación de gotitas de aceite que se hundieron en las profundidades. Fue una catástrofe de proporciones épicas y el derrame de petróleo más grande de la historia de Estados Unidos.
Para mí, la inquietante imagen que me persigue es la del robot sumergible, a más de 1,500 metros de profundidad, extendiendo una garra metálica y tratando de activar un dispositivo de cierre para detener el flujo de petróleo. Después de la explosión, la plataforma Deepwater Horizon empezó a derramar borbotones de más de siete millones de litros de petróleo cada día. El robot, una maravilla de alta tecnología, en su momento fue la esperanza en las conversaciones de los altos ejecutivos petroleros en su sala de juntas. Pero al final el robot fracasó, al igual que muchos de nuestros planes que no tienen en cuenta las consecuencias de nuestras acciones y la fragilidad del sistema natural. La imagen de esta ineficaz garra metálica se convirtió para mí, en el símbolo de nuestra arrogancia tecnológica y la política energética equivocada. Después de tres meses de verter petróleo en el Golfo de México, el pozo se cerró definitivamente. El derrame se detuvo, pero el impacto apenas comenzó. Treinta días después de la explosión, los vientos y las corrientes que mueven nuestros océanos arrastraron hacia las salinas y costas de Luisiana, Mississippi, Texas, Alabama y Florida el crudo que estaba en mar abierto, cubriendo más de 1600 kilómetros de costa. Una región que produce el 80% de las ostras de Estados Unidos, el 69% de los camarones, y el 26% del cangrejo azul de repente se encontró inundada por petróleo crudo. La pesca se cerró, el turismo y la recreación se detuvieron, y la gente se preguntaba desesperadamente, ¿que sucedería a continuación?
En 2010, poco después del derrame, mi equipo y yo viajamos hasta el Golfo de México para presenciar de primera mano las consecuencias del mayor desastre ambiental del país. Nos reunimos con científicos, hablamos con los pescadores, y con los residentes que viven a lo largo de la costa del Golfo, expresándonos sus temores por las incertidumbres que se avecinaban - ¿qué va a pasar con las especies marinas que habitan en el Golfo de México? ¿Cuáles serían las consecuencias económicas de la región? ¿Y cuál sería el futuro de la salud humana para los que viven cerca de esta catástrofe y para aquellos que trataban de limpiar este desastre ambiental?
En el período subsiguiente de cinco años, muchas de estas preguntas siguen sin respuesta. El derrame de petróleo del Deepwater no sólo ha sido el más masivo en términos de volumen, sino que también fue el mayor que usó el dispersante tóxico Corexit en el entorno natural. Numerosos estudios realizados por investigadores en la región encontraron que el Corexit es muy nocivo para el fitoplancton y otras especies que viven en el Golfo. Tan sólo uno de esos estudios sugiere que la mezcla de aceite y Corexit crea condiciones que son 52 veces más tóxicas que si estuvieran separados. Incluso después de cinco años de investigación por las agencias federales e instituciones privadas, todavía no sabemos las consecuencias a largo plazo con respecto a cuánto tiempo seguirán existiendo en el golfo el petróleo y el dispersante, cuánto tiempo seguirá transmitiéndose a través de la cadena alimenticia, y en última instancia, el impacto que tendrá en los seres humanos cuando consumen las especies que han acumulado estos productos químicos. El área del derrame de petróleo atravesó los rangos y los hábitats de más de 8.000 especies, incluyendo aves, peces, moluscos, crustáceos, tortugas marinas y mamíferos marinos. Miles de aves, tortugas y delfines encallaron en tierra en los meses siguientes al derrame, los camarones se encontraron sin ojos, los cangrejos sin pinzas, y los peces con lesiones y tumores a través de sus cuerpos, entre otras mutaciones. Le tomó más de ocho meses para la pesquería de ostras lograr su reapertura, sólo después de la pruebas continuas para considerar a los moluscos aptos para el consumo humano, y más de un año para que se reanudara la pesca de camarón. El año pasado, la captura de camarón en el Golfo occidental fue muy por debajo de los promedios normales y este año fueron cosechadas ostras mas pequeñas que en las temporadas anteriores.
El destino de los mamíferos marinos, en particular los delfines nariz de botella, sigue siendo sombrío. Se ha registrado la mayor mortandad de delfín en la historia del Golfo, el número de delfines que aparecen muertos en las playas del Golfo ha sido 8 veces superior a la media histórica en Luisiana, y 4 y 5 veces mayor en Alabama y Mississippi, respectivamente. Un estudio reciente encontró evidencia convincente de la vinculación de las muertes de delfines al derrame de petróleo. Los investigadores que estudian a estos cetáceos en la bahía de Barataria, Luisiana encontraron que los delfines están cinco veces más propensos a tener enfermedades de moderadas a graves del pulmón, en consonancia con la exposición a los hidrocarburos de petróleo. Ellos también están encontrando delfines en la región con sistemas inmunológicos disminuidos y alta susceptibilidad a las enfermedades, así como anormalidades hormonales que probablemente contribuyen a problemas reproductivos que podrían influir en las futuras generaciones de delfines.
Más de dos décadas después del devastador derrame de petróleo del Exxon Valdez en 1989, las poblaciones de orca en Prince William Sound que tuvieron la mala suerte de estar en las inmediaciones del derrame siguen sufriendo sus efectos. Tras el derrame, dos poblaciones separadas de orcas entraron en contacto con el crudo, y en ambos grupos se registró un número sin precedente de muertes. Veinte años más tarde, ambas poblaciones de orcas siguen siendo menores a los números de pre-derrame. A partir del accidente, una de las poblaciones no ha visto un solo orca bebé recién nacido. Durante el derrame de la plataforma Deepwater Horizon, fui testigo de delfines nariz de botella recién nacidos que llegaban a la superficie para respirar, y alimentarse de sus madres, todo ello en medio de aquel mar de petróleo. Sólo espero que no se enfrenten a esa misma suerte.
Los continuos estudios de la combinación petróleo crudo y dispersantes encontraron que ha ocasionado anormalidades del corazón y paro cardíaco en los peces, incluyendo el atún rojo del Atlántico oeste. Es una especie que ha padecido la sobrepesca disminuyendo en un 82 por ciento sus poblaciones normales en los últimos cuarenta años. El derrame de la Deepwater Horizon coincidió con las áreas de reproducción del atún y el tiempo pico de desove. Las larvas son especialmente vulnerables a las toxinas a medida que se desarrollan, y el atún es una especie con un crecimiento lento que madura más tarde en la vida, y tomará generaciones de ellos para que comprendamos completamente los efectos que tendrán en sus poblaciones. Durante el desastre del Exxon Valdez en 1989, también fui testigo, de que la población de arenque del Pacífico en esa región desapareció casi por completo cuatro años después del derrame - testimonio de las consecuencias ambientales desconocidas causadas por la negligencia humana. En perspectiva, el accidente del Exxon Valdez fue 5.000 veces más pequeño que el derrame de petróleo del Deepwater Horizon.
Todos aquellos cuyo sustento dependía de un ecosistema marino sano en el Golfo, en particular las industrias de la pesca y el turismo como la pesca deportiva, excursiones, y restaurantes de mariscos, quedaron sujetos a una pérdida económica completa. Muchos vendieron o perdieron sus negocios, y todavía no han visto ningún reembolso por parte de la empresa petrolera, BP, que operaba la plataforma durante el derrame . Contrariamente a lo que BP dice en su publicidad - que el Golfo ha vuelto a los niveles de vida anterior y no ha habido influencias por el derrame – los residentes continúan encontrando cinco años después bolas de alquitrán en las playas, aceite enterrado en sedimentos, y la disminución de la fauna. Sólo en Luisiana, dos y medio millones de litros de crudo fueron retirados de las playas y costas en 2013, el doble de la cantidad que se captó en 2012. El petróleo sigue estando, sin duda, en el Golfo. Después de la explosión en 2010, comenzaron de inmediato las operaciones tratando de contener y eliminar sistemáticamente el petróleo, utilizando métodos como acorralarlo y luego realizando quemaduras "controladas", lo que provocó incidentalmente la muerte de un estimado de 400 tortugas marinas en peligro de extinción en el Golfo, que quedaron atrapadas en los corrales y fueron incapaces de escapar. Un informe federal determinó en 2010 que el 25 por ciento del petróleo fue removido por la quema y de métodos de arrastre, mientras que el restante 75 por ciento continuó persistiendo en el medio ambiente.
¿A dónde se fue el resto del crudo? Mientras que una parte se evaporó o degradó naturalmente, los investigadores han descubierto recientemente capas masivas de alquitrán a lo largo del fondo marino. Con el petróleo y dispersantes acumulados después del derrame, interactuando con el fitoplancton y otros organismos, esto hizo que se agruparan y hundieran hasta el fondo del mar. Ahora, se estima que una capa de alquitrán de 12 mil toneladas se encuentra en el fondo del mar frente a la costa de Luisiana. El alquitrán ha impactado los corales de aguas profundas y otras especies que habitan en el fondo y continuará en las profundidades del océano frío, mezclándose con la columna de agua durante las condiciones climáticas intensas o alta actividad de las olas.
Si bien los graves impactos a los ecosistemas naturales desde el derrame y dispersantes han sido inmensos, sus efectos en la salud humana han sido pasados por alto en su mayoría por los medios de comunicación y el gobierno. En los años siguientes al derrame, se estima que 170.000 personas trabajaron en alguna capacidad para limpiar las costas contaminadas. Los informes médicos más comunes de los trabajadores eran dolores de cabeza, dificultad para respirar, erupciones cutáneas y tos crónica. Un estudio reciente publicado en el American Journal of Medicine encontró que las personas que trabajaron en el derrame tenían perfiles sanguíneos significativamente alterados que los ponen en un mayor riesgo de desarrollar cáncer de hígado, leucemia y otros trastornos. Dado que no se llevó a cabo la investigación en estos pacientes antes del derrame, esta información no puede decir de manera concluyente que el derrame de petróleo es el culpable. Sin embargo, BP y otras agencias pusieron en riesgo a los trabajadores de la limpieza. Aunque se les aconsejó que usaran zapatos de goma, guantes resistentes al crudo y llevar equipo para evitar respirar gases tóxicos, muchos todavía desarrollaron problemas de salud. Estos residentes locales trabajaron para limpiar sus hogares y sus medios de vida, cuidando de un entorno que ellos no dañaron y han pagando con su salud. Tomará muchos años más para comprender plenamente las consecuencias a su salud impuestas a los valerosos cuidadores del Golfo.
Hace cinco años, cuando de inmediato nos dimos cuenta de la magnitud de este desastre ambiental, esperábamos que esto se convertiría en una llamada de atención para el país. ¿Cuántas vidas humanas valen el precio del petróleo? ¿Cuánta degradación ecológica puede soportar nuestro planeta antes de que ya no pueda continuar solventando nuestras necesidades de alimentos y de recursos? Si no reducimos ahora la cantidad de perforaciones de petróleo de aguas profundas en alta mar, ¿qué va a pasar con los medios de subsistencia, las economías y los ecosistemas que nos sostienen cuando ocurra el próximo derrame de petróleo?
Al reflexionar sobre el pasado, es el momento de ser más proactivo y pensar en el legado ambiental que estamos dejando para las generaciones futuras. Tenemos que continuar la búsqueda de recursos más sostenibles y renovables. Comprender que nuestras actuales opciones de estilo de vida ocasionan que continúen las perforaciones profundas en ambientes marinos sensibles con consecuencias desastrosas. En su lugar, podríamos dejar de depender de estas fuentes de energía no renovables y conectarnos con los servicios gratuitos de la madre naturaleza, extrayendo la energía del viento, el sol y las mareas. Ya existen empresas innovadoras de aprovechamiento de estas energías renovables y libres de carbono, lo único que falta es que nosotros las elijamos y apoyemos. Después de cinco años de investigación, será bueno que esta tragedia sea un recordatorio de la fragilidad de nuestro planeta y una advertencia acerca de las desastrosas consecuencias del funcionamiento de nuestras sociedades en materia de energía sostenible. Los derrames de petróleo siguen ocurriendo cada día en todo el mundo, en los océanos, en tierra adentro, incluso en nuestros patios traseros. Si seguimos permitiendo que las compañías petroleras excaven más profundo en busca de los combustibles fósiles no renovables , los colosales derrames de petróleo sin duda, seguirán. Como guardianes de nuestro planeta, tenemos la responsabilidad y ahora el conocimiento para avanzar hacia un futuro más limpio y dejar atrás un legado del que podamos estar orgullosos.
Un cordial saludo,
Jean-Michel Cousteau
Presidente, Ocean Futures Society
con Jaclyn Mandoske
Primera Foto: El Golfo en llamas, mientras los equipos de rescate intentaban acorralar el petróleo en la superficie y quemarlo. ©Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
Segundo Foto:Una de las muchas especies de aves palustres afectados por el derrame devastador. ©Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
Tercer Foto: El equipo de Jean-Michel Cousteau fueron entre los primeros en sumergirse en el agua después del derrame de petróleo de Deepwater Horizon. ©Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
Primer vídeo: El 24 de mayo de 2010, la expedición del equipo Ocean Futures descubrió esta marea negra a sólo 40 kilómetros de la costa de Luisiana. El aceite se extendía hasta donde alcanzaba la vista y hasta unos 4 u 8 metros de profundidad. Entre el agua turbia nada una medusa o fragata portuguesa y un pequeño pez nada junto para su protección. El equipo se encontró con muchos globos flotantes de aceite color óxido, crudo fresco negro oscuro; y superficies aceitosas mientras exploraban la costa. © Ocean Futures Society
Cuarta Foto: Jean-Michel observa el impacto del petróleo y dispersante en los hábitats de las frágiles marismas de Luisiana. ©Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
Quinto Foto: Fotografía Mateo Ferraro medusa o fragata portuguesa entre el petróleo y dispersante después del derrame. ©Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
Sexto Foto: Los derrames de petróleo continúan sucediendo, este en una marisma en Luisiana. ©Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
Quinto Foto: El primer petróleo del derrame de Deepwater Horizon invade el pantano de Pass A Loutre. © Carrie Vonderhaar, Ocean Futures Society
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